Sayulita puede ser una sorpresa para los ojos: para un pueblo tan pequeño hay una cantidad sorprendente de energía visual. Algunas veces no se puede ver los árboles del bosque como son. Los detalles desaparecen en el caleidoscópico remolino de movimiento, color, gente, coches, carritos, perros, aves, cielo, mar; todo zumbando en sus ojos y oídos tan bulliciosamente, hermosamente, ajetreadamente, que se nos escapan cosas, o tomamos cosas sensacionales por sentado, y dejamos de percatarnos.
O tal vez el ojo fue atrapado por un hombre con una bandeja elevada de muffins de plátano muy calientes, o las representaciones en hilo de un hombre Huichol, o la chica de Sayulita que pasa, alta y bronceada y joven y bonita… y se perdió de esa otra cosa brillante que sucedía. Pero no se preocupe. Siempre hay algo más para ver. Siéntese en la plaza o en la playa y observe, y es mucho, mucho mejor que la TV, y más barato.
Algo que he atestiguado con los años, es la maravillosa y constantemente en evolución, variedad de señalización al por menor en Sayulita. Con nuestras docenas y docenas de negocios de todas clases, desde el puestito de tacos hasta el hotel palaciego de varias habitaciones, hay señales de todo tipo también. Esto es publicidad que llama la atención de alguna forma, pero hay algo más.
La mayoría es arte folklórico hecho a mano, intoxicantemente colorido. Pedí a nuestra fotógrafa, Donna Day, que tomara unas fotos de esas coloridas señales en el pueblo, para que la gente pudiera verlas en un espacio visual más calmado.
Desde lo crudamente energético, hasta lo elegantemente sofisticado, las señales al por menor de Sayulita son una forma de arte en sí mismas.